Hernán Hochschild: “La señal más importante será cómo se relacionen con la ciudadanía quienes escriban el texto”

EL MERCURIO | El director de Tenemos que Hablar de Chile asegura que será necesario dejar establecidas nuevas reglas de convivencia para la sociedad. Además, asevera que hoy en el país se ha aprendido más acerca de la importancia del diálogo y destaca que los chilenos siguen esperando que los cambios se hagan a través de las instituciones.

Cerca de 20 mil personas fueron escuchadas por Tenemos que Hablar de Chile en 2022. El proyecto, impulsado por la UC en conjunto con la U. de Chile, recolectó las opiniones que se fueron generando entre la ciudadanía sobre el proceso constituyente durante todo el año. Así buscaba comprender mejor las diversas miradas que existen entre los chilenos y promover el diálogo. Detrás de ese intenso trabajo estuvo su director ejecutivo, el ingeniero civil de 38 años, Hernán Hochschild.

Aunque hoy está radicado en Reino Unido estudiando, sigue desempeñando su cargo y ha participado de eventos como el Chile Day Londres 2022 para hablar del momento constitucional del país. Desde allá, el magíster en Filosofía comenta parte de los resultados que obtuvo, los cuales fueron presentados en un informe publicado a principios de diciembre. Pese a que sigue creyendo que hay espacio para volver a conectar a la ciudadanía con el proceso constituyente, advierte que las ganas de participar 'se han ido contaminando del cansancio social, de las problemáticas y de las urgencias sociales'.

Será parte de los retos que le tocará enfrentar este año. Pese a que aún no está definido cómo, la Católica y la Chile serán las universidades encargadas de coordinar las fórmulas de participación ciudadana en el proceso constituyente. 'Estaremos disponibles para lo que haga falta', dice Hochschild.

Potada Reportajes, El Mercurio.

—En el informe describen una sensación de malestar generalizado en los chilenos. ¿Qué está sucediendo?

—Lo que hemos ido rescatando es que el malestar de la ciudadanía tiene dos dimensiones que se han visto intensificadas. Una es la material, que tiene que ver con las dificultades de llegar a fin de mes o el sentimiento de que sus proyectos de vida son frágiles. Pero también hay una dimensión que tiene que ver con el trato, el relacionamiento social y cómo está viviendo la sociedad. Ambas se han visto intensificadas, en lo material, por cierta sensación de inseguridad, pero en la convivencia también hemos visto cómo la sociedad se ha ido polarizando y dividiendo.

—¿Siguen las personas esperando que las soluciones a sus problemas se logren a través de un texto constitucional?

—Las personas han empezado a reducir su anhelo proyectivo. Eso no quiere decir que las personas no sigan viendo en los caminos institucionales parte de la respuesta a los problemas que tenemos. Quiero decir esto porque pareciera que hay una idea de que los problemas que estamos teniendo no requieren una institucionalidad actualizada, cuando no es así. Por ejemplo, el tema de seguridad y narcotráfico. En los barrios saben que necesitan algo más que la coordinación de los vecinos y que se requiere de una cierta institucionalidad que responda. Si bien las personas no están esperando que la institucionalidad les determine su proyecto de vida, sí están buscando un cierto soporte para problemáticas complejas. La gente sigue teniendo una mirada muy crítica hacia las instituciones, pero justamente porque siguen creyendo que son muy importantes. No es que las instituciones den lo mismo, sino que hay un anhelo de que funcionen mejor.

'El punto de juicio del proceso constituyente es finalmente pragmático. Cómo yo siento que las respuestas de las instituciones se conectan con las listas de espera, con los problemas de educación. Entonces, la clave no está tanto en cómo escribimos las instituciones, sino cómo aquello que escribamos sea capaz de producir un cambio'.

—Distintas encuestas muestran que tener una nueva Constitución ya no está entre las principales prioridades de la gente. ¿Habrá una ciudadanía menos involucrada esta vez?

—Partimos con una ciudadanía no solo menos conectada, sino cansada en muchas dimensiones. Viene de situaciones de alto desgaste. Pero hay muchas oportunidades. Quizás como justamente tenemos menos expectativas, se puede ir construyendo en el tiempo una mejor conexión con la ciudadanía. Venimos de tener altísimas expectativas y de chocar con la realidad de las complejidades. Es interesante ver cómo estamos siendo capaces como país de encontrar un camino que le haga sentido a una mayoría y que nos permita volver a proyectarnos en el tiempo. Hay oportunidades para reconectar. Yo creo que la gran particularidad que tiene el caso chileno es que la presión estabilizadora de todo el momento político que estamos viviendo viene de la ciudadanía. Eso no significa no hacer cambios; más bien, significa hacer cambios estabilizadores. Eso es un desafío complejo en una sociedad en donde no tenemos un relato común y allí debe estar el foco. Si el nuevo proceso constituyente genera la emoción de que va a producir un Chile con más seguridades, en todas sus dimensiones, yo creo que puede ser una oportunidad de terminar proyectándonos como país hacia futuro.

'Hay que sumar voces que enriquezcan las ideas'

—¿Ha habido un aprendizaje por parte de la clase política de la importancia de la participación ciudadana?

—La participación a veces se piensa en cómo sumar voces para conseguir más apoyo para mis ideas y creo que el gran aprendizaje es que hay que sumar voces que enriquezcan esas ideas. Creo que se empieza a dimensionar el rol que tiene la escucha. Esto es muy importante, porque el diálogo es como una mesa redonda; un buen diálogo no ocurre entre personas que piensan igual. Un diálogo ocurre con alguien en un lado de la mesa y otro enfrente y en el medio de la mesa se pone un problema social. Cada uno lo está viendo desde su posición y por eso se llaman puntos de vista. Entonces cuando nosotros renegamos del diálogo, renegamos de la posibilidad de enriquecernos de otros puntos de vista. Las diferencias no tienen que ahogar los acuerdos, sino que más bien pueden enriquecerlos. Y la presión por acuerdos tampoco tiene que ahogar las diferencias; así avanzan las sociedades que maduran en su capacidad cívica. En la medida en que ampliemos un poco la mirada y seamos capaces de ver valor en el punto de vista, generaremos mejores respuestas.

—¿Cuáles son para usted los mejores mecanismos para la participación?

—Hay muchas instituciones que han hecho cosas interesantes. Creo que el país ha ido construyendo ciertos métodos y es importante que se incluyan. Pero no hay una bala de plata en esto. Lo más importante, yo diría, es que haya un esfuerzo sustantivo para que participe el que no quiere participar, no puede participar o no sabe. En esas voces hay una riqueza que le da un punto de vista distinto a la conversación.

Las personas siguen viendo en los caminos institucionales parte de las respuestas a los problemas que tenemos.

La clave no está tanto en cómo escribimos las instituciones, sino en cómo aquello que escribamos sea capaz de producir un cambio.
— Hernán Hochschild, en El Mercurio

—En la Convención se dio mucho foco a las iniciativas populares, pero luego la gran mayoría no fueron incluidas en el texto final. ¿Qué lecciones se pueden aprender?

—Por una parte, se aprende que hay ánimos participativos, pero también se aprende que hay que saber manejar los tiempos para dar mecanismos de respuestas, lo cual no será fácil en el proceso que viene. Hay cosas que se hicieron bien, las iniciativas populares de norma fueron muy interesantes en el sentido que facilitaron la participación, pero también hay cosas que faltan por mejorar. Hay que dejar de ver todo este proceso como desconectado y darle valor a lo que vamos a vivir ahora. Yo veo un músculo que se ha ido desarrollando y hay que sumarle los aprendizajes que hemos ido teniendo.

—¿Es partidario de que haya elementos de democracia directa en la Constitución?

—Dado que hay desconfianza, las personas requieren ciertos mecanismos de mayor control y eso está asociado muchas veces a la participación. No es que tengamos una ciudadanía que cree que se las sabe todas y que puede responder cada uno de los problemas, sino una que quiere tener una política más cercana a sus problemas y que siente que a través de la participación esa brecha se puede reducir.

'Es el gran desafío para esta década'

—En este nuevo proceso los expertos tendrán un rol muy relevante. ¿Qué espera la ciudadanía de ellos?

—El experto pareciera dar mayor confianza en el proceso, pero hay que ser cuidadosos también de no ponerlos como un oráculo perfecto. Yo creo que tampoco es algo que la ciudadanía lo tenga en mente, pero sí que son importantes porque le dan cierta certidumbre, cierta seguridad.

'Dado el proceso que hemos vivido, el mundo experto entiende que el usuario de las instituciones, el ciudadano, también tiene una voz que complementa las miradas más técnicas. Para nosotros, por ejemplo, uno de los resultados que obtuvimos es que había cosas que la gente no entendía del texto. Entonces, cómo uno logra que las personas conecten con el texto va a ser una dimensión importante. No solamente tiene que estar muy bien escrito en lo técnico, que eso obviamente es importante, sino que tiene que ser entendible para lograr esta conexión'.

—Por lo que muestra el informe, las personas prefieren consensos y acuerdos por sobre defender posiciones ideológicas. ¿Lo cree posible?

—El cómo convivan entre y con la ciudadanía las personas que escriban el texto va a ser quizás la señal más importante. Esto quiere decir que las reglas no escritas, las de convivencia, son tan importantes como aquellas reglas escritas que van a quedar en el proceso. Esto lo vivimos en el proceso anterior; justamente la convivencia terminó intensificando emociones negativas.

'Hay mucho espacio para esto. Tenemos una crisis de seguridad fuerte, necesitamos reactivar la economía y atender los problemas de salud y educación. Hoy llega mucha información negativa y las personas necesitan ver la proyección de un futuro mejor. Eso pareciera estar dado por la capacidad de construir acuerdos que conecten con el sentir de la ciudadanía'.

—Con una ciudadanía con malestar generalizado y que evalúa mal a los políticos, ¿no es mucha la presión que tiene la clase política para sacar un texto constitucional?

—Yo diría que el mundo político sí está presionado y por eso hay que ser cuidadosos al poner toda la responsabilidad en que estas cosas salgan bien. Yo creo que, para que el país logre volver a proyectarse y conectarse, se requieren acciones coordinadas y colaborativas entre muchos actores. Si es que toda la presión está en el mundo político y nadie le presta una mano, se hace mucho más difícil. Por eso yo decía antes que lo más importante que tenemos que escribir este año es una forma distinta de convivencia. Ahí está quizás el gran desafío que tenemos para esta década. Si es que vamos a terminar por polarizarnos y por hacer de la política una discusión insalvable entre dos alternativas que no tienen nada para convenir, o si es que vamos a ser capaces de convivir en nuestras diferencias y hacer de esas diferencias algo que enriquece la respuesta a los desafíos que tenemos de presente y de futuro.

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